Me encuentro sentada en el aeropuerto junto a mi mamá, quién me acompaña de nuevo a otra aventura. Preguntándome a mí misma de qué se podría tratar la crónica para español, cuando una idea se me viene a la mente, casi toda mi infancia y recurrente adolescencia la he vivido viajando por Colombia jugando el deporte que me gusta, me lleva a preguntarme ¿Fue la infancia y adolescencia de mi mamá parecida a la mía? Así empieza esta crónica.
Primero le pregunte a mi mamá sobre la relación con sus amigos o amigas de niñez, me causó curiosidad porque siempre que viajo me mantengo en contacto con amigos por diferentes medios, pero teniendo en cuenta que mi mamá creció sin internet, me pregunté ¿Cómo era? Para ser más precisa y obtener más información, llamamos a mi tía Yasmin, hermana de mi mamá.
Las dos están de acuerdo con que los juegos eran más sanos de lo que son hoy en día, salían siempre a jugar al aire libre, normalmente en el parque comenta mi tía, y jugaban golosa, yermis o escondidas. Les pregunté a ambas si conocían el juego de verdad o reto o probabilidad, que son los juegos populares entre nuevas generaciones, ambas me dijeron que no, el juego mas “atrevido” podía ser escondidas americanas, cuando encontrabas a la persona le dabas un besito. En mi generación muchos de estos juegos se han perdido, aunque, para poner un punto intermedio entre mi niñez y la de ellas, le pregunté a mi hermano Jorge Alejandro Ortiz las mismas preguntas, y a esta, me respondió algo distinto: él comenta que el plan más común entre sus amigos era salir a la casa de alguno, comer pizza y jugar videojuegos, por ejemplo, Mario karts, Call of Duty, Wii, y otros. Pero no todo eran videojuegos, los domingos iban a jugar fútbol juntos, y eso los unía bastante. Jorge, añadió que al empezar la adolescencia, los planes empezaron con niñas, por lo tanto me pareció justo preguntar sobre los noviazgos de las diferentes etapas. Jorge me comentaba que sus salidas eran cine, comer o fiestas de 15. Me contó sobre su experiencia personal con su primera novia. “Iba a su casa a estudiar, nos cuadramos a los 14 años”. La primera novia de mi hermano era de su colegio, estaban juntos entre clases e intentaba intercalar recreos junto a ella y jugando futbol.
Luego, al entrar a grado noveno y décimo, empezaron a salir con otras parejas del colegio. Complementando un poco con los privilegios tecnológicos que hemos adquirido, me cuenta como un momento de esta relación tuvo que ser a distancia, por chat y videollamada, me confiesa que él cree que sin la tecnología la relación no hubiera prosperado, y en etapas difíciles como la pandemia, me cuenta que en su segunda y recurrente relación, él y su pareja se conectaban en videollamada a hacer ejercicio, o a ver una película, lo cual les permitió seguir pasando tiempo juntos.
Muy diferente a lo que me cuentan mi tía y mi mamá, aunque mi tía me dijera que “le preguntaste a la menos indicada”, me contaba que las relaciones eran aproximadamente a los 17 años y a través de cartas, y pasar recreos juntos. Aunque, para sacar a la mujer a otro lugar después del colegio tocaba pedir permiso a los papas, y las salidas eran al parque o en la misma casa de ella. Claro esta que mi tía añade que mi abuela “los sacaba a patadas de la casa”, por lo tanto, para ellas no era una posibilidad.
Ya que mencionó a mi abuela, recordé que varios de mis compañeros de clase contaron dificultades políticas que tuvieron algunos de su parientes, por lo tanto, les pregunté si alguna vez se vieron afectados por algún conflicto socio político, y las respuestas me sorprendieron. Mi tía y mi mamá crecieron en un pueblo pequeño de Colombia llamado Santandercito, en efecto, no se vieron expuestas a ningún tipo de violencia, y mas que todo por lo que dice mi tía, “no se veía tan afectado un país por una derecha o izquierda como hoy en día”. Aunque, si existía una competencia entre Liberales y Conservadores, era una rivalidad pacifica, pero muy marcada.
Mi mamá me cuenta que dentro de su entorno familiar siempre fue un debate, ya que mi abuela era, y sigue siendo, conservadora, y mi abuelo liberal. Entre pensamientos, mi mamá recordó una anécdota que nos hizo reír un buen rato, me dijo: “Mi mamá le escondía la cédula a mi papá para que no fuera a votar el día de las elecciones”. Asimismo, la misma pregunta le hice a mi hermano, me respondió algo parecido, algo con lo que me pude identificar. El conflicto siempre fue muy lejano, y no fue conflicto como tal, pues mi hermano creció junto al acuerdo de paz, me comentaba que toda la información y/o apoyo se veía por redes sociales, igual que hace poco, con todas las protestas que hubo en Bogotá, se podían ver videos, comentarios por Twitter, todos los debates y peleas por la reforma tributaria se generaban por redes sociales, como lo explica mi hermano, vivió el conflicto “desde el privilegio”.
Me gustaría concluir con una pequeña reflexión en como la tecnología ha cambiado nuestra infancia y crecimiento. Al discutir con mis tres entrevistas, los tres concuerdan en que antes se pasaba mas tiempo con la familia, se compartía mas, se generaban mas vínculos, algo que Jorge considera irónico, ya que la tecnología nos sirve para mantenernos en contacto con aquellos que viven en lejanía, pero nos aleja de los seres que tenemos cerca, y aun así, el dice que “La esencia de un ser humano no se ve a través de la tecnología”. Por lo tanto, los invito a traer de vuelta esa inocencia en las edades de juventud, y que utilicemos la tecnología a nuestro favor, y no como una fuente para alejarnos.